28/8/04

la casa de libros donde yace el escritor

construyó su casa entre pilares de libros que se llevó de las bibliotecas
aquellos que olían a siglos pasados
mojados por la humedad de las maderas cansadas
consumidos por las lecturas fatigosas de ojos de moscas

acomodó columnas enormes de ellos que llegaban a tocar los cielos
rasgaban las nubes, techos de tapas duras, algunas suaves
un decorado para ciertos ojos barroco, para otros aún más viejo
la casa construida y el anciano en su comodidad

clavaba su pluma en el tintero, derramaba sus ojos en los papeles
empujaba sus lentes hasta que se unieran a su nariz
prendía las hojas grises en llamas y sus dedos atravesaban las formas
los colores y el follaje del universo ante sus pupilas vacilantes

entre su ropa de ojas secas, se oían los crujidos de sus movimientos
los golpes de sus piernas chocándose en con la silla de pies pequeños
sus pelos se acuclillaban en la calvicie que se expandía por el centro de su cabeza
la nariz que exhalaba el polvo y los acáreos molestos del cuarto

las cuatro velas alumbraban su camino
los relojes dormían en el exterior, bajo las olas de arena
donde se refrescaban los perros famélicos de amor
bajo la sombra del Corán, donde rezaba un antiguo sirviente

Aférrarme a tu boca, gritaba el anciano
los libros enojados cayeron sobre su cabeza y lo golpearon
el tintero se volcó sobre el libro inconcluso y nadó en las hojas
las turbulentas aguas negras se expandieron por sobre la mesa de mimbre

los pilares de libros se oscurecieron bajo la ola de tinta
ahogábanse los escritos en todos sus intentos de huir de su voraz avance
las velas se apagaron en un titubear del llanto del viejo
la oscuridad se hizo letra en sus ojos, donde caían las tintas

y concluyó su obra, en el tramo en que el último toque de tinta invadió su boca
el sirviente aceptó su libertad y huyó por el desierto en busca de su mula
los perros aullaron contra la casa brotada de negras corrientes sureñas
en el libro de negro se leía el enojo de aquel Dios, que se hartó de las letras olvidadas en el pasado, usurpadas por un necio ladrón de los libros de sus hermanos

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