7/2/09

Estúpidos hombres blancos



Mientras en el siglo XVIII William Blake iluminaba sus manos divinas a través de grabados góticos, en el siglo XXI un pelotazo violento se daba contra la puerta de mi casa mientras Johnny El Profundo recitaba sus poesías.

Los filisteos y paganos, estamos unidos durante la noche atemorizados por las plegarias de Iggy Pop matrona con sus porotos sabrosos listos para sus comensales famélicos de amor. "Cry baby", podría decir Neil Young con su guitarra, pero lo dijo John Waters, quien reunió también estas dos criaturas salvajes y aniñadas en un largometraje de freaks y rockabilly.

Los niños gritan y lloran en la vereda y el verano se escurre a través del sudor de mis axilas; los aborígenes desean ser alguien, ser escuchados y alzan más su voz. También desean los vicios europeos, el tabaco, porque el peyote no basta. La dosificación debe ser otra. Más constante, más civilizada. Las puertas de la percepción a veces se abren de maneras más estoicas.

Las flores de papel parecen ser el punto de inflexión de dos bocas lejanas socialmente: el llamado a la muerte. Olvidemos la profesión y seamos prófugos del tirano western, de los mercenarios, verdugos de la ley y oportunistas. Firmemos autógrafos en manos mediante una pluma bien alimentada de tinta de calamar y dejémonos amar por los caballos robados.

Nunca es tarde para morir en un ataúd lanzado al océano y volver con nuestros ancestros, los desconocidos, los que nunca aparecieron ni deben aparecer en registros estadísticos milenarios.

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